De niña, se rodeaba de árboles, tumbándose a sus pies y sintiendo el sonido de la tierra bajo su espalda. Por aquel entonces ya consideraba a los árboles como sus hermanos. Y había creada a su pronta edad, un laboratorio de lenguajes y sonidos que percibía, de los árboles que la rodeaban.
Había comprendido a muy temprana edad que el bosque era una puerta que cuando la abrías se transformaba en un mundo de posibilidades. Para ella era un jardín mágico con el que se encontraba y en el que se transformaba en una vibración que iba más allá de su cuerpo.
Presentía que era un mundo necesario para todos los seres que la rodeaban. Cuando se sentía sola o contrariada, el universo de los árboles eran su madre, eran su padre y se completaba emocionalmente con ellos para volver a la alegría. Comprendió también que no era fácil transmitir eso a los que la acompañaban.
Y en muchas ocasiones creían que estaba inventando cuentos. Se acostumbró a la idea de que lo que veía sólo lo podía ver ella.
Imagina por un momento que eres transportado a un mundo mágico donde los árboles son aliados de los humanos para sanar sus corazones, donde sus ramas y sus raíces les sirven de antenas y de redes de información para comprender y resolver, sanar los que conflictos que perturban las vidas de los hombres, mujeres y niños de la tierra.
Imagina que tu mente se libera de creencias, de miedos, de perjuicios, de limitaciones… y que puedes conectar con tu verdadero ser, contigo, con un entendimiento más intuitivo.
Imagínate que puedes cambiar absolutamente cualquier conflicto que te impide ser feliz
Imagínate que los árboles y los seres que te acompañan en esta naturaleza viva se transforman en tus aliados para liberar tus sufrimientos, tus miedos, tu rabia, tu estrés...
Imagina con todas tus fuerzas, visualiza esos bosques profundos que recorren el planeta y siente el abrazo de los árboles para sanar tus heridas, cruza el puente de la imaginación que transforma el sufrimiento en alegría.
Relato corto Dulcina